BUENOS AIRES.- La última semana de agosto de 2012, Tiempo Argentino comenzó
el dictado de un taller de Periodismo en el Módulo 3 del Complejo
Penitenciario Federal I de Ezeiza: La consigna fue sencilla: la
privación de la libertad es física y no mental. Los presos no pueden
disponer físicamente de su espacio y de su tiempo pero sí pueden –y de
hecho así lo hicieron– abrir nuevas puertas a su intelecto.
No es casual que este suplemento, que contiene parte de los textos
producidos por los internos, se publique en esta fecha. La intención es
aprovechar el espíritu navideño y los buenos deseos para el año que
comienza y así rodear de atención y de benevolencia la lectura del duro
material escrito por los presos. En las navidades, en los años nuevos,
el grosor de las paredes de la cárcel se duplica y la dureza de los
barrotes se hace insoportable. Los internos pagan su condena pero ahora
saben que con un papel y una birome pueden aliviar el dolor de su error.
La adaptación siempre es de a dos. Como cuando los niños van por
primera vez al jardín y los padres quedan afuera. Esperando. Un
ejercicio de paciencia y de tolerancia. Los presos fantasean sobre cómo
serán aceptados por la sociedad. La sociedad debe estar preparada
entonces para aceptar. De eso se trata este taller. De mostrar el
adentro, afuera. De pretender que la observación y escritura ablanden
los corazones de hombres duros que pagan penas.
La dinámica de las clases consistió en una parte teórica en la
que se leyeron titulares y artículos de diarios de tirada nacional,
autores como Paulo Freire y su Pedagogía de la pregunta, y textos de
Michel Foucault. La discusión de temas en la clase derivó en un interés
de los internos por el formato de entrevista. Los alumnos pidieron
material de lectura sobre personalidades de diferentes ámbitos. Esas
figuras, luego, fueron invitadas al taller y se sometieron a intensos
reportajes. Por el aula del Módulo 3 pasaron, los periodistas Ricardo
Ragendorfer, Jorge Larrosa, Candelaria Schamun, Ramiro Barreiro,
Alejandro Wall, Mario Cruz, antiguo interno y actual dirigente social
del merendero "Los Amigos" del Barrio Sarmiento y el campeón mundial de
boxeo, Diego "La Joya" Chaves.
Hubo dos condiciones para participar del taller. La primera fue
discutida y aceptada por las autoridades del Servicio Penitenciario
Federal: las puertas del aula no se abrirían para criminales
involucrados en delitos de lesa humanidad. La segunda, que los internos
se animaran a realizar producciones escritas.
La percepción social acerca del problema carcelario es
significativa. Según un informe presentado en agosto por la Comisión
Provincial por la Memoria, durante 2011 hubo 126 muertes violentas en
los penales bonaerenses, lo que representa un promedio de diez casos por
mes. Alarmante. Pero no como para sacudir la buena conciencia del
espíritu público. Sí, en cambio, en ese mismo agosto desveló a la parte
sana de la población la presencia de presos alojados bajo la órbita del
Servicio Penitenciario Federal (SPF) en actos culturales del llamado
Vatayón.
A veces es sencillo y una idea se convierte en realidad. Fue el
caso. Britos lo pensó. Lo planteó y se sumó Sucarrat. Lo proyectaron, y
-autorización mediante- se hizo. Surgió así una de las experiencias de
extensión profesional más ricas de Tiempo Argentino en sus dos años y
medio de existencia. Realizar un taller de periodismo en una cárcel es, a
la vez, ir a aprender. Es, a la vez, involucrarse en una cuestión
social ante la que Tiempo no es indiferente.
La invitación sonaba interesante. Porque la verdad es
grande y gris. Fría, dura, cerrada. El cementerio de hombres vivos.
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