martes, 1 de enero de 2013

Periodismo tras las rejas

BUENOS AIRES.- La última semana de agosto de 2012, Tiempo Argentino comenzó el dictado de un taller de Periodismo en el Módulo 3 del Complejo Penitenciario Federal I de Ezeiza: La consigna fue sencilla: la privación de la libertad es física y no mental. Los presos no pueden disponer físicamente de su espacio y de su tiempo pero sí pueden –y de hecho así lo hicieron– abrir nuevas puertas a su intelecto. 

 No es casual que este suplemento, que contiene parte de los textos producidos por los internos, se publique en esta fecha. La intención es aprovechar el espíritu navideño y los buenos deseos para el año que comienza y así rodear de atención y de benevolencia la lectura del duro material escrito por los presos. En las navidades, en los años nuevos, el grosor de las paredes de la cárcel se duplica y la dureza de los barrotes se hace insoportable. Los internos pagan su condena pero ahora saben que con un papel y una birome pueden aliviar el dolor de su error. La adaptación siempre es de a dos. Como cuando los niños van por primera vez al jardín y los padres quedan afuera. Esperando. Un ejercicio de paciencia y de tolerancia. Los presos fantasean sobre cómo serán aceptados por la sociedad. La sociedad debe estar preparada entonces para aceptar. De eso se trata este taller. De mostrar el adentro, afuera. De pretender que la observación y escritura ablanden los corazones de hombres duros que pagan penas. 
La dinámica de las clases consistió en una parte teórica en la que se leyeron titulares y artículos de diarios de tirada nacional, autores como Paulo Freire y su Pedagogía de la pregunta, y textos de Michel Foucault. La discusión de temas en la clase derivó en un interés de los internos por el formato de entrevista. Los alumnos pidieron material de lectura sobre personalidades de diferentes ámbitos. Esas figuras, luego, fueron invitadas al taller y se sometieron a intensos reportajes. Por el aula del Módulo 3 pasaron, los periodistas Ricardo Ragendorfer, Jorge Larrosa, Candelaria Schamun, Ramiro Barreiro, Alejandro Wall, Mario Cruz, antiguo interno y actual dirigente social del merendero "Los Amigos" del Barrio Sarmiento y el campeón mundial de boxeo, Diego "La Joya" Chaves. 
Hubo dos condiciones para participar del taller. La primera fue discutida y aceptada por las autoridades del Servicio Penitenciario Federal: las puertas del aula no se abrirían para criminales involucrados en delitos de lesa humanidad. La segunda, que los internos se animaran a realizar producciones escritas.
La percepción social acerca del problema carcelario es significativa. Según un informe presentado en agosto por la Comisión Provincial por la Memoria, durante 2011 hubo 126 muertes violentas en los penales bonaerenses, lo que representa un promedio de diez casos por mes. Alarmante. Pero no como para sacudir la buena conciencia del espíritu público. Sí, en cambio, en ese mismo agosto desveló a la parte sana de la población la presencia de presos alojados bajo la órbita del Servicio Penitenciario Federal (SPF) en actos culturales del llamado Vatayón.
A veces es sencillo y una idea se convierte en realidad. Fue el caso. Britos lo pensó. Lo planteó y se sumó Sucarrat. Lo proyectaron, y -autorización mediante- se hizo. Surgió así una de las experiencias de extensión profesional más ricas de Tiempo Argentino en sus dos años y medio de existencia. Realizar un taller de periodismo en una cárcel es, a la vez, ir a aprender. Es, a la vez, involucrarse en una cuestión social ante la que Tiempo no es indiferente.
La invitación sonaba interesante. Porque la verdad es grande y gris. Fría, dura, cerrada. El cementerio de hombres vivos.

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