miércoles, 9 de enero de 2013

El hombre que amaba el periodismo / Francisco Muro de Íscar

  Fue su pasión, su compromiso, su entrega, su vida. Lo transmitía permanentemente. No dejó que nada ni nadie le jubilaran y fue periodista todos los días de su vida desde un 28 de agosto de 1947, cuando con apenas 17 años cubrió la muerte de Manolete, hasta finales de 2012, cuando su corazón y sus pulmones le dieron el último aviso y tuvieron que llevarle al Hospital de La Paz. Se llamaba Enrique Meneses y es, lo será siempre, uno de los grandes del periodismo español, uno de los mejores, uno de los más íntegros, de los más honestos. Un simple, único y gran periodista.

   Recorrió todo el mundo, todas las guerras, todas las tragedias humanas y sus reportajes y sus fotografías se publicaron en los mejores diarios y revistas del mundo, cuando los periodistas españoles aún se peleaban con la censura interna y no se atrevían a salir de casa. Desde la guerra del Canal de Suez o la revolución cubana en Sierra Maestra hasta Sarajevo, desde la marcha de la libertad de Martin Luther King hasta sus encuentros con Fidel, Abd el Krim, Faisal, Hussein, el Dalai Lama, Picasso, Dalí o Luis Miguel Dominguín... Sus "A toda Plana" en TVE o "Los Aventureros" en RNE, sus libros, sus reportajes y fotografías en Life o en París Match son sólo parte de la herencia que nos deja.
  
 Desde hace años vivía casi enclaustrado en su casa de la Ciudad de los Periodistas, amarrado a una bombona de oxígeno, maldito enfisema, pero más vivo que nunca, absolutamente al día. Internet le permitió seguir haciendo el mejor periodismo. El viejo reportero, que se saltó todos los obstáculos que le pusieron, se convirtió en un bloguero irónico, sabio, directo, feliz. A su casa llegaban muchos jóvenes a escucharle, a conocerle, a preguntarle. Acudió siempre que pudo a la Universidad y a otros foros, en su silla de ruedas, a contar su experiencia, su pasión por el periodismo. Resumió su vida en un libro publicado en 2006 cuyo título resume su filosofía "Hasta aquí hemos llegado". Pero no era verdad. Siguió llegando cada día. Nunca dejó de escribir, protagonizó un documental sobre su vida y tenía un proyecto, Utopía TV, con jóvenes periodistas, aunque él era más joven, más lanzado y tenía más ganas de cambiar el mundo que ninguno de ellos.

   Enrique, que era cordial, apasionado, inteligente, dotado de una impresionante memoria y un gran sentido del humor, sacrificó muchas cosas por el periodismo. Casi todo. Un periodista puro, esencial, fuerte que nunca se vendió ni renunció a sus principios. Teníamos pendiente un encuentro para ver ese último documental que hizo Georgina Cisquella para TVE, "Oxígeno para vivir" -"pese a su título, no es una película del Ministerio de Sanidad... jajajaja!!! Luché por cambiar el nombre ya que es sobre periodismo de ayer y hoy", escribía en su último correo-. Pero no pudo ser. Y lo siento porque ya no podremos despedirnos de él ni darle ese abrazo que se merecía. Descansa en paz con la admiración y el respeto de todos tus compañeros.

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