VITORIA.- "Que un ciudadano te diga: gracias por el programa del
pasado domingo, es la hostia". Para el presentador Jordi Évole no existe
laurel más preciado ni premio más prestigioso que la gratitud de las
personas que atienden semanalmente a Salvados, un programa que
se ha convertido en el estandarte del pueblo, en la voz de la denuncia,
en el fiscal ante los grandes poderes, recoge 'Noticias de Álava'.
"Évole es la persona que realiza
las preguntas que nos gustaría hacer a todos y más en la actualidad",
analiza Víctor Santiago Poza, doctor en Ciencias Políticas y experto en
gestión de comunicación. Impecable como producto televisivo, "es el
resultado de la hibridación del relato informativo con el de
entretenimiento", sugiere Iratxe Fresneda, doctora en Comunicación
Audiovisual y profesora de guiones de programas de no ficción, Salvados
reúne en su corazón "la esencia del periodismo bien hecho. La gente
necesita un programa así", argumenta Santiago Poza, convencido de que el
espacio televisivo es "una ventana" que sirve para retratar "los temas
que más preocupan a la gente".
Acodada la audiencia durante años frente
al vertedero del cotilleo y los bajos fondos de la miserias humanas que
abonaba el detritus de la telebasura, Salvados nadó a
contrapelo, como un salmón, grapado a las vigas maestras que sostienen
la arquitectura del periodismo.
"El programa recupera lo que está en el
origen del periodismo y lo expone de una manera cercana, con un lenguaje
claro", advierte Iratxe Fresneda sobre un producto que sirve como "un
desahogo por y para el público", que desea periodismo de verdad.
"Évole
va a las fuentes, no se queda con la versión oficial ni espera a que la
fuente acuda a él, algo a lo que está acostumbrado el poder, a utilizar a
los medios. Pregunta a expertos con versiones distintas, da voz a los
ciudadanos que puedan estar afectados y lo hace de forma clara, para que
sea fácilmente entendido por el espectador. Además emplea el humor y
eso ayuda a que el telespectador se enganche. El contenido es muy bueno y
el envoltorio es bueno", enumera Fresneda.
En tiempos de ruedas de prensa sin posibilidad de hacer
preguntas, de mensajes enlatados y comunicados precintados, envasados al
vacío, la frescura es uno de los elementos diferenciadores que abriga a
Salvados, que apuesta por el vis a vis con un periodista que
"revuelve, pregunta y repregunta", enfatiza Iratxe Fresneda sobre Évole,
una especie de "periodista actor con gran capacidad de empatizar" no
solo con sus interlocutores sino también con los televidentes, algo que
no resulta tan sencillo "porque tampoco se trata de un show televisivo
al uso. Posee una gran carga periodística".
"Se puede hablar de esos
temas en un debate con un montón de expertos. Pero eso no llega tanto
porque resulta árido para el gran público", reconoce Santiago Poza, que
establece que Évole otorga vuelo al programa porque es atrevido, agudo,
irónico y resulta informal sin serlo.
"Es muy incisivo, pero no lo
parece porque tiene aspecto de despistado y dice las cosas con una
sonrisa, pero no se le escapa nada ni se calla. A muchos les deja en
evidencia aportando datos, algo tan simple como rotundo e irrebatible.
La hemeroteca no perdona y él la emplea".
Periodismo a secas Aunque la crisis es un excelente nutriente y un caldo de cultivo sin parangón para incorporar la denuncia en el organismo de Salvados,
es preciso acertar con el tono de la puesta en escena y alejarse de la
demagogia, tan tentadora como fatal para la credibilidad de un espacio
que resopla como una corriente de aire fresco y saneado sobre la chepa
de un periodismo apolillado desde hace tiempo en la mecedora.
"No
entiendo a los que tratan de acusar de demagógico o populista al
programa ¿Acaso meter el dedo en el ojo y preguntar es populismo?",
lanza Santiago Poza a modo de reflexión. Tampoco considera Iratxe
Fresneda que el planteamiento del programa sea ventajista ni acuda al
efectismo ni a las tripas del espectador.
"Desde la década de los 90
persiste una crisis periodística como tal y Évole se desmarca de ella.
Es el único que hoy en día a nivel televisivo está ofreciendo periodismo
si dejamos a un lado programas de sátira como El Intermedio,
pero que están más volcados en lo humorístico como forma de denuncia".
Refuerza esa idea Santiago Poza al recordar que "es el único programa de
este tipo. No hay más. Eso, indudablemente, ayuda a su éxito".
El aplauso mayoritario de la crítica y la respuesta afirmativa
entre los telespectadores caminan de la mano, pero desde los áticos del
poder y los consejos de administración las muecas y las quejas
comienzan a aflorar.
Ocurrió con las eléctricas, que no salieron bien
paradas del Oligopoly, y transmitieron su descontento hacia los
salones nobles del grupo de comunicación que lo emite quejándose por el
trato recibido. La inmediata y numerosa respuesta de las redes
sociales, mostrando un apoyo inquebrantable a Jordi Évole, así como el
apoyo de la cadena amainó una incógnita que asomará en el futuro según
Santiago Poza.
"¿Hasta cuándo dejarán que se mantenga un programa que
pone la lupa sobre los grandes poderes, incordia a los políticos y pone
en jaque a los lobbys en un mundo donde los intereses de estos se cruzan
en los propios medios de comunicación?".
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