MÉXICO.- El periodista salvadoreño Óscar Martínez se embarcó durante dos años para
acompañar y conocer la historia de los migrantes en su intento por
llegar al norte. Los migrantes que no importan (Sur+ y ElFaro.net,
2012) es un libro de crónica sobre la experiencia de los migrantes que
cruzan “el infierno mexicano” en su intento por llegar al sueño
americano. Muchos no lo logran. Lo entrevista 'La Jornada'.
La visión del periodismo parece estar
más preocupada por la coyuntura y no por investigar a fondo los temas.
En este caso le dedicaste mucho tiempo al tema y eso no te permitió
trabajar en ninguna otra cosa.
Absolutamente en nada, este libro
fue una dedicación completa, aunque yo creo que el periodismo diario es
necesario, informa, advierte, sobre todo eso, advierte de lo más cercano
y te informa de cosas que pueden ser interesantes, pero yo creo en el
periodismo de profundidad, en él se debe invertir porque genera cambios,
aunque no al ritmo que te gustaría, genera compresiones, genera
indignaciones, convierte el dato en conocimiento, no es sólo es una
cifra lo que tienes en la cabeza, por ejemplo, “seis de cada 10 mujeres
migrantes que transitan por Chiapas son víctimas de una agresión sexual”
según un informe del Senado de la República. Ése es un dato que te dice
poco, cuando escribimos “aquí se viola, aquí se mata” y en una de las
crónicas intentamos hacer de ese dato un conocimiento, hacer de ese dato
algo que la gente pudiera tocar, oler, que fuera un monte en concreto,
un lugar en concreto, que fueron unos gritos, que fueran unos nombres de
gente y no de fuentes, que fuera algo que tú pudieras trasladarte y ver
en esa situación a tu hermana, a tu madre y no sólo un número seis, eso
es lo que el periodismo de profundidad logra.
Dos años te dedicaste a viajar con los migrantes, a estar con ellos.
Fue más tiempo, porque al final
fueron dos años y medio y lo que nosotros hacíamos era hacer incursiones
planificadas, donde íbamos a estar dos meses, incluso en una ocasión
estuvimos tres meses para una crónica y lo hacíamos sobre temas en
concreto, por ejemplo íbamos a investigar el secuestro y lo primero que
hacíamos era identificar las rutas, viajábamos por ella, identificábamos
a las fuentes, hacíamos incursiones previas para descubrir con quién se
podría hablar sin que estuvieras metiendo la pata y estuvieras hablando
con un zeta o con el delegado del pueblo corrupto. Luego volvíamos al
DF y nos tomábamos una o dos semanas para escribir cada crónica, es
decir un tiempo largo, trabajamos con unos tiempos que parece que el
periodismo ya no quiere pagar últimamente.
Todos los protagonistas de las crónicas, tienen un nombre, una historia, lo que te permite identificarte con ellos.
Yo creo que además, algo muy
importante, es que todos tienen características, por ejemplo, los
hermanos Alfaro, protagonistas de la primer crónica, “En el camino” son
tres tipos bien diferentes entre sí, uno era un tipo muy rudo, otro era
un tipo bien reflexivo y El Chele era un tipo bien ensimismado
al que parecía que le importaban poco las cosas y yo creo que eso te
enriquece a la hora de sacar la cifra importante y el registro
documental, pues te hace comprender motivos, razones, que el periodista
intente encontrar algunos que sean significativos, una historia que te
hable de otras historias, una historia que una otras historias, que sea
representativa de un grupo, de gente a la que le ha ocurrido algo
similar, entonces sí, yo creo que poder enfocarte en gente, acercarte a
ciertos personajes es importante, viajar con ellos, compartir un tramo
de su historia y de su vida como decía Kapuściński,
y yo lo sentí necesario, nosotros pasábamos semanas en los albergues
tratando de identificar un grupo de confianza para poder viajar con
ellos, pasábamos semanas jugando cartas y futbol, que yo creo que es un
acto reporteril necesario, pasábamos semanas tomando café, a veces
tomando cervezas y también lo hacíamos con “coyotes”, el periodismo de
investigación te saca de esa idea formal del periodista que sólo debe ir
a las conferencias de prensa, escucharlas y largarse.
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