viernes, 11 de enero de 2013

Facultades de Periodismo / Salvador Enguix *

Vale, abordemos el tema. Porque resulta cansino escuchar a tanta gente, compañeros, e incluso alumnos y profesores, cuestionar, en estos tiempos que todo se cuestiona, la existencia de las facultades de periodismo; si no todas, al menos se critica que existan tantas mientras la destrucción de puestos de trabajo en el sector ya es toda una tragedia, así en España como en el resto del Mundo. Es, además, una crítica que alcanza no sólo a la existencia de estas facultades sino, y lo más importante, a los contenidos que se imparten, desde la hipótesis de que en la mayoría de los casos la materia de docencia está alejada de la realidad, de la praxis, tan condicionada, o tal vez valga decir revolucionada, por el soporte digital. Lo que les planteo no es ninguna broma. 

No se pueden imaginar el pesimismo que se ha instalado entre mis alumnos de periodismo, conscientes de que acabada la carrera pasarán a formar parte de una enorme legión de graduados en paro, becarios mal pagados e incluso algunos esclavizados, es decir, trabajando gratis…abundan. Recurriendo a la soberbia metáfora creada por Umberto Eco en 1965, volvemos al contraste entre Apocalípticos e Integrados; con la idea, extendida, de que los agoreros parecen tener razón en su fatídico pronóstico, ¿se acabó este oficio?

Porque a la crisis económica se suma, en el caso de los medios de comunicación clásicos, en especial la prensa, una crisis estructural: la manera de consumir información está cambiando a marchas forzadas, lo que conlleva un cambio radical en la manera de difundir y, también, de producir información. Las facultades de periodismo españolas, casi todas creadas desde la conclusión de la Transición y algunas muy recientemente, surgen por una necesidad evidente de formar profesionales en un periodo, entre 1982 y 1996, de enorme expansión de estos mismos medios: aparición de televisiones privadas y autonómicas, nuevos periódicos e incluso delegaciones territoriales de los ya existentes, muchos gabinetes de prensa de muchas instituciones nuevas, etcétera. 

Los que vivimos esa eclosión, expansión o ¿burbuja? de medios, sabemos lo que era acabar la carrera y encontrar múltiples ofertas para desarrollar este viejo y apasionante oficio. Esas facultades, y la teoría clásica sobre la que se sustentaron, formalizaron programas en base a una visión del periodismo propia del siglo XX (en la prensa, por cierto, con el retrovisor puesto en el XIX), cuando Internet no existía, ni los diarios digitales, ni google, ni las redes sociales, ni nada de lo que ahora condiciona, inevitablemente, nuestra profesión, y nuestras vidas.

Todo esto es cierto, y lo es aún más que las facultades de periodismo están sufriendo lo mismo que los medios de masas convencionales: la revolución digital es tan acelerada que difícilmente una estructura de anclaje “medieval” como es la de las universidades puede adaptarse al mismo ritmo para ofrecer contenidos que respondan a las nuevas necesidades, a las nuevas habilidades que se exigen a los periodistas. ¡Pero si ni siquiera los periódicos saben bien cómo actuar ante tantos nuevos retos!, y podemos observar cómo cada gran diario del mundo está adoptando su propio modelo (al respecto, recomiendo la lectura de “La prensa sin Gutemberg” de Jean-François Fogel y Bruno Patiño). Es decir, todos están, todos estamos, experimentando, porque el nuevo medio, Internet, es tan completo – permite combinar todos los lenguajes de la comunicación – que aún no hemos acotado todas sus posibilidades y, menos aún, el modelo de negocio.

Pero de eso a decir que las facultades no sirven en estos tiempos hay un enorme trecho. Porque si bien es cierto que las facultades carecen, en general, de programas y asignaturas, con dignas excepciones, para formar bien al periodista en el medio digital, dado que estamos hablando de un medio que cada día nos marca nuevas reglas de juego, y de que hay muchos profesores (y también periodistas) que siguen sin entender el cambio que se está produciendo en el ecosistema comunicativo; no lo es menos que el periodismo, con mayúsculas, cada vez se hace más necesario: es el único oficio que puede poner orden en este enorme caos de flujo de información en el que nos encontramos. Obviamente, no seré yo quien niegue que las universidades deben ponerse las pilas para introducir, vía contenidos oficiales, o actividades complementarias, las materias que ayuden a ese joven periodista a afrontar el futuro inmediato. Ya tardan. 

Pero no se engañen, enseñar a detectar un acontecimiento y transformarlo en noticia, aprender a interpretar y a contextualizar un hecho, a conocer la historia de la comunicación y todas sus posibilidades, seguirá siendo materia necesaria e imprescindible para cualquiera que quiera dedicarse a este oficio. Y es justamente en las facultades de periodismo donde debe producirse el debate y la investigación necesaria para mejorar la formación de los futuros periodistas. Cada día estoy más convencido. Otra cosa, finalmente, es el mercado, y a lo mejor aquí sí que alcanzamos el consenso necesario: hubo una burbuja no sólo inmobiliaria, sino también de facultades de periodismo, y de televisiones, y de periódicos, y de tantas cosas. ¡Qué tiempos aquellos
(*) Licenciado en Ciencias de la Información por la Universitat Autónoma de Barcelona y profesor asociado de Periodismo Político en la Universitat de València, donde ejerce de corresponsal de 'La Vanguardia', antes lo fué en Bruselas.

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